domingo, 6 de octubre de 2013

El ángel...

Aquella noche hacía frío, pero nosotros no podíamos sentirlo en nuestra habitación cálida. Recuerdo tu rostro, sereno, impasible, inalterable... irreal. Tu respiración tranquila, pesada por mi cuerpo sobre el tuyo, y la mía, agitada y revuelta. Dejé mi mejilla contra tu pecho desnudo, tomé de tu fragancia lo q nadie tomó, y aun sabiendo q no fui la única, me sentí especial entre tus brazos. Bebí con mis ojos tus labios, no pude resistirme a tu hermosa garganta, cerré los ojos al sentir tu piel bajo mis dedos... Los hombros altos, fuertes, la perfecta forma del pecho y el abdomen. Seguí bajando, jugué con mis dedos, y sonreí al escuchar el apenas perceptible suspiro q soltaste, pero fue mas q suficiente para mi, y enredé mis piernas entre las tuyas, ágiles como nunca las vi. Antes de cerrar los ojos ya estabas sobre mi, aprisionando mis muñecas, tus manos suaves y cuidadosas. Mi espalda se curvó, solo al sentir tu boca sobre mis pechos, solo al sentir el frío contacto de tu lengua sobre mi piel. Puedo alargar la mano, puedo acariciar tus alas... no eran traslúcidas como espere, pero tampoco tangibles. Un sueño, todo parecía un sueño, y tus labios seguían bajando, seguían robando el aire de mis pulmones sin tocarlos. Te detuve con la mano, me miraste, me sentiste, por un momento... me quisiste. Y tu boca volvió a la mía, y tu pecho frente al mío, nuestras caderas una contra la otra, nuestros pies jugueteando. Me rodeaste con tus brazos, me sentí pequeña en ellos, pero también amada, cerré los ojos, mordí mi labio, acaricie tu espalda gélida y fuerte. ¿Recuerdas aquello que te susurré? Fue justo antes de echarme a llorar en tu imperturbable pecho...

-Ámame.

Esperaba q respiraras, q tus labios siguieran cerrados sobre mi cabello, enterrado tu rostro, pero lo levantaste, y aquello que dijiste fue peor que cualquier cosa, cualquier silencio, cualquier palabra...

-No puedo.




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