Su casa parecía grande comparada con aquel sucio servicio donde cada día... cada minuto... Con los ojos vacíos subió a su cuarto, la mochila tirada en la cama, los zapatos por el suelo. Se atrevió a mirarse en el espejo, y lo que vio sí la hizo llorar. Sus dedos acariciaron el reflejo, sus labios respiraron, sus palabras susurradas se esfumaron.
-Yo te salvaré.
Se giró hacia la ventana, miró el celeste cielo sobre ella, y luego el gris suelo bajo ella... Una última y triste sonrisa se asomó a su boca, luego, nada.
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